Para comprender perfectamente el proceso contable, se debe estar enterado de ciertas hipótesis básicas que se comentan a continuación:
La hipótesis del negocio en marcha
La empresa en marcha se definió como el negocio establecido que se opera con la expectativa de continuarlo indefinidamente. Los principios de contabilidad generalmente aceptados, que se han creado y que se aplican en el proceso de la contabilización de las operaciones financieras de una entidad mercantil son, en muchos casos, apropiados únicamente para un negocio en marcha. Si un negocio está quebrando y su activo se sujeto a una venta forzada, el método contable ordinario, aunque aceptable para una empresa en marcha, a menudo daría lugar a información financiera inadecuada. Por ejemplo: se acostumbra mostrar al costo el terreno empleado los fines del negocio.
Para una empresa en marcha que tiene la intención de continuar utilizando dicha propiedad para el negocio, su valor actual en el mercado no es de particular importancia. Pero si un negocio se liquida y vende su activo para satisfacer las demandas de los acreedores, el costo original del terreno no representa su valor de realización, el cual constituye el punto crucial en tal momento. En forma un tanto similar, muchos activos fijos se muestran, de acuerdo con los principios aceptados de contabilidad, al costo menos depreciación. Nuevamente, el valor de mercado no es particularmente importante.
La valuación aceptada, para fines de balance, es el costo menos la depreciación acumulada, calculada a tasas que se presume habrán de cargar el costo a los gastos en toda la vida útil del activo. Esta valuación se basa en la presunción de que el negocio, como empresa en marcha, continuará usando el activo durante su vida útil.
Los gastos anticipados, aunque pueden no tener un valor de realización, participan del carácter de un activo, porque como empresa en marcha, el negocio espera obtener de ellos futuros beneficios de operación.
La hipótesis de la estabilidad de la moneda
Para los efectos contables, se supone que las fluctuaciones en el poder adquisitivo de la moneda serán insignificantes y, por lo tanto, podrán ser ignoradas; así, los contadores emplean la moneda (el dólar, la libra, el peso, etc.) como una unidad de medida de dimensiones constantes. En ciertas épocas, esta suposición se ha ajustado sustancialmente a la realidad; pero también es verdad que en otros períodos el poder adquisitivo de la moneda ha cambiado sensiblemente. En efecto, ello ha ocurrido a partir de la segunda Guerra Mundial, pues ha declinado el poder adquisitivo del dólar, con el resultado de que ha aumentado el número de dólares que se requieren para comprar determinada cantidad de bienes y servicios.
En otras palabras: ha subido el nivel de los precios; o sea, que ha cambiado el valor o tamaño del dólar como unidad de medida. Sin embargo, en tales períodos de cambio en el valor del dólar, la contabilidad ha seguido tratando a todos los dólares por igual, sin importar que las sumas de dinero en las cuentas representen dólares de 1940, dólares de 1950 o dólares actuales. Como resultado de ello, los estados financieros se ven afectados por una «mezcla» de dimensiones monetarias. Tal contabilización podría dar lugar a estados financieros engañosos.