En el año 6.000 antes de Cristo, existieron elementos necesarios para considerar la existencia de actividades contables, por un lado la escritura, por otro los números y desde luego elementos económicos indispensables, como el concepto de propiedad y la aceptación general de una unidad de medida de valor.
El antecedente más remoto de ésta actividad, es una «tablilla de barro» que actualmente se conserva en el Museo Semitico de Harvard (Boston – Massachusetts), considerado como el testimonio contable más antiguo de la Mesopotamia, donde años antes se había desarrollado una civilización llegando la actividad económica a tener gran importancia.
En tal sentido, investigaciones efectuadas por: Denise Schmandt-Besserat, Hans Nissen, Peter Damerow y Robert Englund (1990), arqueólogos e historiadores de la antigua Mesopotamia, afirman que los primeros documentos escritos que se conocen, son tablillas de arcilla con inscripciones en caracteres protocuneiformes, elaboradas hace más de
5.000 inducen aseverar que contienen información contable. Este hecho hace concluir a los citados investigadores, que la escritura debió de surgir, hacia el año 3300 antes de Cristo.
Entre los años 5.400 a 3.200 antes de Cristo, se originaron los primeros vestigios de una organización bancaria, situada en el Templo Rojo de Babilonia donde se recibían depósitos y ofrendas que éstas se prestaban con interés.
Para el año 5.000 antes de Cristo, en Grecia, existieron leyes que imponían a los comerciantes la obligación de llevar determinados libros, con la finalidad de registrar las transacciones realizadas.
Hacía el año 3.623 antes de Cristo, en Egipto, los faraones tenían escribanos que por orden superior, anotaban las entradas y los gastos del soberano debidamente ordenados.
Por el año 2.100 antes de Cristo, Hammurabi, que reinaba en Babilonia realiza la celebre codificación que lleva su nombre y en ella se menciona la práctica contable.
Por el año 594 antes de Cristo, la legislación de Salomón, establece jurídicamente que el consejo nombrase por sorteo, entre sus miembros, diez legistas, para constituir «Tribunal de Cuentas” destinado a juzgar a funcionarios de diversos servicios administrativos que debían rendir cuentas anualmente.
Entre los años 356 al 323 antes de Cristo, periodo de apogeo del imperio de Alejandro Magno, el mercado de bienes creció de manera tal hasta cubrir la península Báltica Egipto y una gran parte del Asia Menor (India), originando ejercitar un adecuado control sobre las operaciones suscitadas por medio de anotaciones.
En Roma, las personas dedicadas a la actividad contable dejaron testimonio escrito en los «Tesserae consulares», tablillas de marfil o de otro hueso de animal de forma oblonga con inscripciones que muestran el nombre de algún esclavo o liberto, de su amo o patrón y la fecha, así como la anotación de «Spectavit» es decir, «Revisado por». Como fehaciente testimonio, el año 85 antes de Cristo, se encontraron tablillas que textualmente una de ellas decía: «Revisado por Coecero, esclavo de Fafinio, el 5 de octubre, en el consulado de Lucio Cinna y Cneo Papiro». Con certeza se sabe que durante la república, como del imperio, la contabilidad fue asignada a plebeyós.
En suma, los romanos llevaron una contabilidad que constaba de dos libros: el «Adversaria» y el «Codex».
El Adversaria estaba constituido por dos hojas anversas unidas por el centro, destinado ha efectuar registros referentes al «Arca» (Caja), dividido en dos partes, el lado izquierdo denominado el «Accepta o Acceptium» destinado a registrar los ingresos y en lado derecho denominado el «Expensa o Expensum» destinado a registrar los gastos.
El Codex estaba también constituido por dos hojas anversas unidas por el centro, destinadas a registrar nombre de la persona, causa de la operación y monto de la misma Se encontraba dividido en dos partes, el lado izquierdo denominado “Accepti” destinado a registrar el ingreso o cargo de la cuenta y el lado derecho «Respondi» destinado al acreedor.